Febrero de 2021

Sobre la portada

Los Evangelios nos cuentan que Jesús se "transfiguró" ante los discípulos, que lo observaban. La transfiguración, tal como se define en nuestros días, es "un cambio completo de forma o apariencia hacia algo más bello o espiritual". Seguramente los discípulos se habrían sorprendido, incluso perturbado, por el incidente. Traten de imaginarlo. ¿Cómo reaccionarían? ¿Pueden siquiera imaginarse la escena? Durante siglos, los artistas han intentado plasmarla, representando la Transfiguración en la iconografía y el arte, desde interpretaciones realistas hasta abstractas. Paulo Medina (www.flickr.com/photos/colaterales) emplea el impresionismo para su Transfiguración, un estilo apropiado dada la dificultad que nos plantea imaginar la experiencia.

El impresionismo busca capturar la sensación o la experiencia de un momento, especialmente en la forma en que la luz se transforma para crear una impresión visual. La luz blanca deslumbrante es una de las primeras cosas que nos viene a la mente al imaginar la transfiguración de Cristo. El uso que Medina hace del empaste (una capa gruesa de pintura para crear textura, luz y sombra) para las figuras de Cristo y los discípulos da una sensación de dimensión a sus cuerpos.

La luz que irradia suavemente de las vestiduras de Cristo es tan intensa que parece desprender llamas de un amarillo brillante. Entramos en escena justo cuando los discípulos ven por primera vez la figura transfigurada de su maestro. Uno se queda atónito (¿será Pedro?), y los otros dos caen de rodillas. Medina nos permite permanecer en ese instante, una fracción de segundo, paralizados junto con los discípulos. Pero, por desgracia, nosotros también debemos finalmente bajar de la montaña. Sin embargo, no tenemos por qué guardarnos el asunto para nosotros mismos. Más bien, es nuestro deber salir y proclamar nuestra propia experiencia de Cristo al mundo.

Hno. Ælred Senna